“Salvo pacto en contrario”: O de las visiones de Rousseau y Arturo Uslar Pietri

¿Qué no deriva de los pactos tácitos, de los que anuncian un resultado evidente? ¿Acaso cuando accediste no hiciste cualquiera que inauguraba un futuro de entendimientos? Algunos serán cónsonos con la propia índole que desdibujamos, o los raramente frecuentes que sobresalen de la acuciosa pretensión de hacer cursos favorables: de hecho, las coberturas extraordinarias que ofrecen los asesores están allí, en una procura relevante que dependerá de la disposición a la asesoría. Luego, hay otros, los que son figuradamente en contrario, a los que nadie le apuesta por obstaculizar la propia dirección ¿O serán los que nacen de una salvedad como cláusula condicional para extender la estabilidad?: anomalías necesarias, con apariencias de contradicción antojada de anversos, por omisión o por distorsión en los propósitos que le ocupan. Es la posibilidad no-arbitraria que escarba en aras de las prolongación de la harmonía. No lo contrario: aquella antípoda divagante; alejada de una naturaleza idílica que Rousseau, Colon, Vespucci, incluyendo el reciente Arturo Uslar Pietri, llamaron el verdadero paraíso de hombres y mujeres desentendidos de valores contradictorios al ver a los indios que vivían en (lo que para los visitantes significó) el Edén, como una reproducción fantasmal de las Santas Escrituras, cuyo compartir iba desde la mesa hasta las obligaciones como civilización, la horizontalidad era neta, precisa, la experiencia era una canal de orientación visible basado en la praxis de la trascendente sostenibilidad: eso provocó en los advenedizos el Nuevo Mundo, aquí violentamente (por defensa de lo que ambas partes alegaban les era legitimo), y allá, en Europa, no menos: fue, entonces, cuando comenzó un cambio de pensamiento suscitados por las contradicciones en los cánones religiosos motivo que oprimían gran parte de Europa; a la vez que se engendraba lo que desencadenó la Revolución Francesa: ¿pugna de contradicciones o limpieza de daños? Lo cierto es que nada sería igual, ni en América, ni en Europa entera, comenzando por la Ibérica, porque aquí encontraron el paraíso que Colon narra en una carta que lanza al mar cuando al regreso, desorientados, se creyeron náufragos; y que por esos vaivenes propuestos del azar la esquela embotellada llegó a manos de la Corte para convertirse en los fundamentos que refutarían lo que allá se les inculcaba a la fuerza: comenzaron a moldear sus doctrinas, y a enviar nuevas expediciones para constatar que eran ciertas y no peroratas de alucinaciones de los "primeros", los extraviados, narradores de que aquí si habían unos seres conviviendo sin nada distinto al balance con el entorno natural y humano.
Entonces, fue así: la inauguración de las búsquedas de sincretismo fáctico en Europa, comenzando por lo religioso que era lo que en realidad regía la vida humana: y gracias a los indios avistados en las costas cuya fonética que se les entendía sería algo como: “Paria”; que con los siglos y unificaciones pasó a ser Venezuela; para seguirle dando forma a lo que más adelante sería la Independencia para todos: contra los que venían de allá, lo que trajeron de allá, lo que mezclaron con los de aquí, con los de allá, y con los que no eran ni de aquí ni de allá sino de otro continente, de África, con quienes se asentaron mientras alardeaban del descubrimiento: entonces, resultó, que después de tres siglos nadie sabia manejar esa motonave que reverberaba y era producto americano, de las mezclas que, por cierto, no enseñaba la Biblia; mientras que en Europa, las pugnas por la consternación gracias al Edén hizó levantar banderas del pueblo. Y aquí, en Caracas, ya en 1810, se rebela los personajes que manejaban pensamientos y hechos para procurar la libertad y respeto: firmaron el acta: comienzan los intentos de entendimiento, de pactos.
“Han pasado muchas lunas: los efectos no son invisibles”
Sin embargo, hoy, nosotros, quienes estamos en una actividad de muchas posibilidades que a la vez pueden estar definidas, como puede que no, si no que requieren procura interactiva, es oportuno que concatenemos esa plétora de acontecimientos que pueden facilitarnos la defensa del patrimonio, y para ello, hay que hacer convenios: con la posibilidades definidas en coberturas, pactos con riesgos remotos, y sobretodo con aquello que por imperfección solemos limitar con el relajado desdén de quien mira soslayadamente una aparente complicación donde las cifras ya han determinado la factibilidad; es decir, dónde está la oferta: ¿O acaso conocemos una cobertura para algo que no tiene precedentes o que está fuera de contexto?: Pues, no. Se presenta lo que tiene posibilidad.
Tales pactos en los contratos de seguros existen, y están facultados por una confección civil que en un momento trata de abarcar el universo de posibilidades y que a la vez, tales acuerdos derivan de algún pasado en el que no estábamos, como tampoco están actuando quienes heredaran nuestro presente. Lo que significa: que el pacto que se deje de hacer es tan contradictorio y determinante en resultados inesperados por la ausencia de acción en pro a los años venideros, que la fractura y factura por la no-indemnización sólo es medible en capacidad de imprudencia: salvo pacto en contrario. Es decir, que para ese entonces, no debemos contradecirnos, debemos presentar la coherencia de quien hace civilidad de entendimiento, de cultura, y honor a lo que se nos ofertó: la bondad alertada para que nada quede sin posibilidad de compensación.
Ahora, y a todas estas: ¿Dónde hay más contradicción: en la utilización del árbol Yakoana que le dan los Chamanes Yanomamis cuyos actos ostentan la armonía con el entorno, o los resultados que van lejos de orientación y conciencia en los resultados?

En palabras frecuentes de los usuarios de tuiter: ¡¡Ojala y el balance!!
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