A Superfreakonomics: “En la actividad aseguradora no somos apáticos”

¿Deberían los terroristas suicidas contratar un seguro de vida?
Reconocemos que freakonomics pudiera despertar la necesidad de analizar más allá de lo convencional con sus  axiomas tan maleables como el antojo del plato octogonal en la mesa circular: a mayor cantidad de ángulos, mayor aproximación al contexto que lo sostiene. Observamos también que hay detalles que caminan a tientas más allá de los 4.000.000 de lectores que tuvo la primera edición. Y, estamos viendo cómo
a quienes dedican horas, días y años a fortalecer destinos mediante equilibrios de aceptar condiciones, defenderlas, y negociar justas concesiones, los tientan a caminar por la cuerda floja de la publicidad pasiva. Veamos por qué:
Una cosa es leer un libro económicamente curioso y otra desentendernos del paisaje que nos deja. O lo que podría suceder cuando leemos en Superfreakonomics las posibilidades de adquirir pólizas de vida con un impacto económico-social que contradicen la coherencia cívica de tales productos. Y que no están nada mal sí se entiende que tales menciones son accesorios al libro, ya que, la realidad, la ejecución fehaciente de una póliza de vida, es clara en sus disposiciones pre y post. Leamos el botón:
 “…Lo del seguro de vida es un poco más interesante. Supongamos que es un hombre de veintiséis años casado y con dos hijos pequeños. Probablemente tiene sentido contratar un seguro de vida para que su familia pueda seguir adelante en caso de que muera joven. Pero las compañías de seguros no pagan si el asegurado se suicida. Así pues, no es probable que un padre de familia de veintiséis años que sospeche que algún día puede hacerse estallar malgaste dinero en un seguro de vida”
¡Qué bien que sean friki! ¡Que bien que sean curiosos empedernidos! Sin embargo, lector, chasquea los dedos, las manos, sacude tus pólizas porque lo inteligible del planteamiento deja un vértigo nada risible cuando aceptas el reventón de lo que ha tardado tantas décadas en construir con pulso de orfebre. Digámoslo así:
Ningún asegurador en el mundo va aceptar un riesgo que de antemano tiene certeza de la pérdida, por lo menos en cuanto a la indemnización que los freakonomicos suponen que podrían negociar como equivalente de primas a cambio de unas prestaciones qué “nada le costaría a la aseguradora”. No pueden: ni en materia de administración de riesgos, ni por ley y ni siquiera, equivocadamente queriendo...¿Qué sociedad se prestaría para tales fines? Superfreakonomics...
Más allá de cualquier paradoja en riesgos, y ordenamiento jurídico-civil, la repercusión social de asegurar tienen un sentido y un marco de condiciones definidas. No obstante, hay que seguir revisando las conjeturas económicamente frikis; porque al fin y al cabo la actividad aseguradora también es comercial, y también pudiera percibirse friki, lo que no puede es desenvolverse ni fuera de los canales regulares, ni mucho menos en apoyo de actividades inconcebibles. Entonces, tú, lector, a pesar de eso continua tus emprendimientos arriesgados por muy friki que parezcan; y no des permiso a la flojera de entendimiento, a la silente omisión, y mucho menos a la inercia momentánea de qué, cómo y cuándo debes comenzar a asegurar tu patrimonio.
Gracias a  S. Levitt y S. Dubner por sus útiles reflexiones, y desde Venezuela les acercamos un mensaje: “En la actividad aseguradora, por naturaleza, no podemos ser apáticos”

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"El seguro: progreso de nuestra civilización"