Sostener un legado siempre será un comodín para el desarrollo del patrimonio macizo en familias que buscan generar beneficios para la prole. Un pretexto, no un requisito: aunque sí peculiar bastidor para quien procura balanzas de costo-beneficio ordinarios en cunas que a diario defienden sus apuestas. Pues, la familia Addams no escapó a tal situación que, aunque en la ensimismada apreciación de Gómez Addams:
los negocios “caminaban solos” ¿Qué era lo que en realidad lo ocupaba?¿El cuidado de las extravagancias de la mansión, la ostentosa casta, o bailar la bella Morticia: la blanca espina que se vanagloriaba de coleccionarse? Nadie a priori se detendría a pensar en una trama “remota” si no fuera por el intríngulis sui generis que se presenta mediante un impasse movido por la cegada avaricia a la que Cosa arremete cuando trata de movilizar a Gómez en el cuidado parental y cuyos posibles movimientos sucesorales fascinaron la codicia del Abogado de la familia ¿O fueron Morticia y Miércoles queriendo disponer de la carta magna en un arrebato de celos paladines por dominar los apetitos de una mansión bienhadada?
Lo cierto es que una escandalosa comunicación se debatió entre Gómez y Cosa mientras reñían en el ajedrez con motivo de la aparente e injustificada acuciosidad de la consciencia de Cosa cuando sintió el temblor sobre el parquet fruto de su mismo traqueteó con los dedos y fichas a la ya colmada mesa de insinuaciones:
- Los Addams somos atletas del vértigo y de la apuesta: y el Abogado forma parte de esa desbordante salud que no falta – increpaba, Gómez a los rechinidos de Cosa.
- Tal vez, pero tus negocios se deciden con él, ¿o también con su familia?…las cabras “Aromatizan y podan el jardín” dijiste: y devoraron la colección de espinas de Morticia y mordisquearon a Orquídea Cleopatra la única cuyos afilados corolas acabaron con las musarañas que pasaban la fiebre aftosa a las tragaldabicas tarántulas…Dime: ¿Cuánto costo eso?¿¿Cuánto representa la sorpresa??… ¡¡Mueve!! – balbuceó.
- ¡Calla y deja que haga la suerte de su familia! – exclamó Gómez.
- ¡Eso! Deja que él se encargue de su familia: no hagas la suerte de ellos cuando vengan por tu dinero…
- Dime, Cosa ¿Qué soluciones traes ahora? – o-o-o
Pues, a todas estas, Cosa, sigiloso, estridente conciliador de conflictos vetustos que estaban por suceder en cualquier vericueto existencial de la mansión entre las que registran: las jaquecas por las ponzoñosas espinas, los cariñosos intentos suicidas entre Pericles y Miércoles, y las recurrentes protestas en las afueras de la mansión cuando los trenes de Gómez tumbaban la pared del frente. De esto era que Cosa replicaba sus parangones y acordes: ¿Sabes cuanto le cuesta “sucesoralmente” a una empresa la participación en las acciones mercantiles de un socio?.
Oscura e ingenua realidad que mastica cualquier socio que desconoce la suerte natural de sus cófrades mientras la rutina sigue aglutinando merecidos beneficios. Y aunque parece injusto:
¿Es la familia de un socio difunto una oportuna parentela laboral dentro de las decisiones de los negocios?
¿Aceptará la familia la compensación por acciones, o querrá permanecer contribuyendo dentro de la empresa?
¿Cómo atribuir un apoyo en caso de fallecimiento de un socio cuya dirección patrimonial dependía de beneficios mutualistas?
¿A quien deberíamos mirar cuando pasan estas cosas?
Ninguna hipoteca salvaguarda lo que se ha tardado en levantar, excepto a sí misma: a su propia experiencia
Cosa, desconocía el origen de los temblores. Defería lo que no veía, y se sabía por su insondable candor en las correderas de los pasillos que los beneficios están colmados de grietas: a veces invisibles, a veces con sonajeros de cabras omnívoras que avisan la hulla inflamable de una freidora fugaz: siempre encendida ¿O siempre a la espera para encenderse?
@seguros9
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